Ni las facultades, ni el Mineducación ni el Minsalud han resuelto el déficit de especialistas y acabar con las “roscas” que controlan la educación médica.
Hace dos años decenas de médicos y estudiantes de medicina abandonaron los pasillos de los hospitales y marcharon por la carrera Séptima de Bogotá hasta la Plaza de Bolívar. Fue una de varias marchas en las que demostraron su rechazo al proyecto de ley con el que el Gobierno pretendía ajustar el sistema de salud. Entre varios puntos, contemplaba permitir a los hospitales formar sus especialistas sin depender de las facultades de medicina, para así aliviar el déficit de especialistas en algunas áreas.
El proyecto de ley no prosperó en el Congreso. El ministro de Salud, Alejandro Gaviria optó por una estrategia de “decreto a decreto” para capotear la crisis. Pero un problema vital se quedó en el tintero: la formación de especialistas. Aunque en aquella ocasión el Minsalud y el Mineducación, junto con la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame), se comprometieron a elaborar un plan para enfrentar el déficit, casi nada se ha avanzado desde entonces.
¿Qué pasó con la carencia de especialistas médicos y la exigencia de que se abrieran más cupos en las facultades? Con las cifras escritas en un papel el doctor José Ricardo Navarro, presidente de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (Scare), explica cómo funciona el asunto en otros países. “En Europa se sabe desde cuántos anestesiólogos están trabajando ese día hasta qué cirugías se deben hacer. En Holanda la información en salud, cuántos especialistas hay y cuántos se necesitan, es del 99,6%, y en Reino Unido, del 96,9%. Pero en Colombia se sabe el 0%”.
En su caso, el de los anestesiólogos, un estudio de 2013 del Centro de Proyectos para el Desarrollo, de la U. Javeriana, afirmaba que esta especialidad era la que más profesionales necesitaba, seguida de pediatría y medicina interna, y que para satisfacer la demanda de pacientes se requerían entre 485 y 732 anestesiólogos más. Para Navarro, especialistas sí hay, pero están concentrados en ciudades con tecnología, buen pago y bienestar social.
“Ya tenemos experiencia en mandar anestesiólogos a lugares apartados por petición del Gobierno, pero nos han quedado mal. A los seis meses se quedan en los pagos”, explica.
Según su información, recolectada desde 1999, 2.539 anestesiólogos han solicitado su tarjeta profesional. De ellos, 641 están en Cundinamarca, unos 300 ya no ejercen porque están pensionados o en cargos administrativos. Por año se gradúan entre 110 y 115 estudiantes de este posgrado.
El doctor Ricardo Rozo, director de Ascofame, comparte la idea de que no existe un estudio que revele que falten especialistas. Sin embargo cree que hay un déficit: “Estamos enfrentados a dos problemas. Uno es el efecto que tienen las agendas cerradas de las EPS, que hacen que la crisis se perpetúe, y, otro es que la dinámica de creación de los cupos para especialistas es muy compleja”. Según él, las EPS tienen un catálogo de cardiólogos de donde escoger, pero por razones de mercado sólo dos reciben pacientes.
En cuanto a los cupos de especialidades médicas, según el Mineducación hoy hay 787 programas de posgrados en salud, 102 más que en 2013. De estos, 502 son programas médico-quirúrgicos. La oferta, al igual que la disponibilidad de médicos, está concentrada en Bogotá, con 45%; Medellín, con 20%, y Cali, con 7%.
La fuga de estudiantes del país
En Colombia, unos 150 a 500 médicos generales compiten cada año por un cupo en una “residencia”, como se conoce a las especializaciones. Un efecto de esta falta de vacantes es una fuga de cerebros. Muchos médicos viajan a Brasil, España o EE.UU. en busca de especializaciones.
Mientras el Mineducación afirma que las universidades tienen la autonomía para crear nuevas propuestas académicas, Ascofame considera que los modelos de completitud (todos los requisitos burocráticos para hacerlo) impiden que ese proceso sea más ágil.
“Se pidió hace dos años que las universidades acreditadas tuvieran la libertad de crear sus cupos y que tanto el Minsalud como el Mineducación los evaluaran y vigilaran. La medida podría funcionar a corto plazo para un plan de choque, pero hasta ahora no se ha aceptado”, explica Ricardo Rozo.
Sin embargo, la Asociación Nacional de Internos y Residentes prefiere que exista un mecanismo regulado por el Estado que, sin atentar contra la autonomía, pueda regular los criterios de las universidades. “Es una propuesta en la que buscamos que se homogeneicen las especialidades que se van a certificar, que ni siquiera tienen el mismo nombre”, aclara Carolina Corcho, de la Mesa Nacional por el Derecho a la Salud.
El problema de los cupos no es el único pendiente en la educación médica. El país es uno de los pocos que no vinculan laboralmente a sus residentes. En España, un médico que se está especializando recibe sueldo y primas. En Argentina se ven como fuerza laboral y en Reino Unido un residente de anestesiología, aunque tarda siete años en graduarse, recibe 54.000 libras esterlinas anuales ($260’000.000). En Colombia reciben una ayuda financiera del Icetex (dos salarios mínimos mensuales). La mayoría se endeudan durante la especialización o se ven obligados a trabajar clandestinamente cumpliendo turnos nocturnos sin tener su diploma de especialistas.
Por esto el doctor Rozo cree que hay una fuga de estudiantes de posgrado con un riesgo asociado: “Estamos viendo una amenaza muy grande: la escuela médica se está quedando sin especialistas formados en Colombia. Entonces están llegando doctores formados sin los mismos criterios de calidad, sin generalizar. En un momentotendremo más egresados de afuera que de aquí”, advierte.